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¿Qué pasó con la Contracultura?

Publicado: 2010-03-09

Hace muchos años, cuando el mercado aún no se extendía sobre todos los ámbitos visibles de la vida, existían dos formas claras de asumir la juventud: la rebelde y la reaccionaria. Uno era, entonces, el chico de cabellos largos que usaba los polos al revés y mantenía constantes roces con la policía. Y el otro, por descargo, era quien estudiaba Derecho y se divertía los fines de semana en el club de papá. Algunos detalles podían intercambiarse; pero, en suma, aquellas imágenes cosificadas de los jóvenes nos decían claramente dónde estaba parado uno.

Hoy, por el contrario, no sabemos por cuál lado de la moneda estamos apostando. El cine comercial y la publicidad, sobre todo, han creado una imagen estrecha y pusilánime de la rebeldía. El mercado la presenta como un juego de niños ingenuos que compran polos rotos en Saga Falabella. La actitud contestaria se ha convertido en una marca de pantalones desgastados y el frenesí es ahora un sabor de los helados D´Onofrio.

Ser rebelde en el siglo XXI es lo mismo que ser reaccionario. Prácticamente, las diferencias se han extinguido merced a la moda. Tal vez, mi generación fue la primera que adoptó la rebeldía como un producto que el mercado ofertaba. Tal vez, la generación anterior, la de los waves y la de los sudamericanrockers, ya la habían adoptado sin percatarse siquiera de ello. En todo caso, lo que sí es cierto es que hoy la rebeldía está etiquetada y paga impuestos al Estado.

¿En dónde queda, entonces, la Contracultura? ¿Qué significa sostener una actitud desafiante frente al orden establecido? ¿Será luchar por los Derechos Humanos? ¿Será, tal vez, apoyar a los movimientos ecologistas? Estas actividades, por más loables que lleguen a ser, ¿desafían al poder?, ¿molestan? ¿La base de la contracultura no estaba cimentada en la actitud desafiante? Si es así y realizar ese tipo de actividades no representa una molestia para el poder, ¿entonces qué significa ser rebelde?, ¿qué significa ejercer la oposición, ser contracultural? Parece que no significa nada; parece que el sistema se ha perfeccionado a tal nivel que anula las actitudes disidentes en su punto mismo de aparición.

Hace algunas semanas, conversaba con un amigo sobre un fragmento de “Intimidad”, la brillante novela de Hanif Kureishi. Hay una parte allí, en la que Kureishi aborda el tema de la Contracultura y, luego de un pequeño recuento de sus años salvajes, sentencia con suma lucidez: “Me rebelo contra la rebelión”. Esa frase quedó impregnada en mí y recién ahora puedo sacarla a través de este pequeño artículo. Si la rebeldía se ha convertido en un producto del mercado, si la actitud desafiante es solo una manifestación de la publicidad, si las luchas por la ecología y por los Derechos Humanos solo sirven para quedar bien con todos y ser visto como un ciudadano responsable, ¿en dónde queda, entonces, la Contracultura? Quizá no esté en ningún lado. O tal vez solo se esconda en estos tiempos de confusión y esté esperando el momento oportuno para levantar su daga y clavarla donde mejor sabe hacerlo. Por ahora, solo nos queda esperar: mirar a contraluz los días que pasan sobre nuestros hombros y observar la vereda de enfrente; siempre observar la vereda de enfrente: nunca se sabe en qué momento aparecerá otra vez el enemigo.


Escrito por

Mariano Vargas

Autor de las novelas cortas "Los mutantes" (2008) y "Homo demens" (2010)


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